Entre la ciudad capital y la puerta al oriente de Guatemala se desarrolla esta historia. A sus 27 años, cuando Ana Lucía estaba cumpliendo su plan de vida al pie de la letra, recibe el inesperado diagnóstico de hidrocefalia. Le pronostican dos semanas de vida si no accede a someterse a una cirugía, único tratamiento recomendado por los médicos.
La recuperación de la cirugía se convirtió en un verdadero reto físico y emocional, desencadenando una serie de complicaciones que oscurecieron la vida de Ana Lucía al grado de necesitar tres cirugías más, condición que la lleva a cuestionar sus creencias, su forma de vivir y su propósito. Lo que parecía ser su fuente de fortaleza se transformó en un espejo que reflejaba su vulnerabilidad. Mientras lucha por sobrevivir, contra la depresión y los señalamientos sociales, se da cuenta del impacto que tienen las personas que la rodean, principalmente durante el proceso de recuperación.
A pesar de tener que enfrentar cuatro cirugías, luchas internas, una vida familiar llena de retos y un vínculo afectivo dañino con su pareja, Ana Lucía enciende la luz de su vida al reencontrarse con el amor verdadero.